El cabeceo del 21 de julio en primera plana de La Jornada se inicia con dos palabras: “Rechazó UNAM” (a 91 por ciento de aspirantes). Las puntuales encuestas de Karina Avilés matizan la cuestión que me propongo comentar.
No es que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) determine, como si de su abstracta voluntad dependiera, la aceptación o inaceptabilidad de los aspirantes. Lo mismo se arguye respecto de la otra instancia de alto nivel a la que las encuestas refieren: el Instituto Politécnico Nacional.
Sólo 14 por ciento de los aspirantes lograron acceso a la universidad. Éste depende del examen de admisión, que contiene 120 puntos a resolver, así como del promedio alcanzado por cada alumno. El pase automático de quienes provienen de dependencias de la UNAM supone también determinado promedio.
No conozco las encuestas sobre el número de jóvenes admitidos o rechazados en las preparatorias o colegios de Ciencias y Humanidades, si bien la propia Karina Avilés proporciona amplios datos sobre aquellos adolescentes, más mujeres que hombres, que debido a depresión por frustración, perpetraron intentos de terminar con su vida o desarrollaron ideaciones suicidas. Pero tales ideaciones involucran, sin duda, situaciones familares.
Que el porcentaje de rechazados ha aumentado es un hecho incontestable, también lo es que en la población en general y en la juvenil en particular, el “bono poblacional” se ha incrementado incesantemente, como igual la conciencia positiva, por parte de adolescentes y jóvenes, de la necesidad de acceder a la educación media y superior.
No existe –y lo puedo asegurar con contundencia– influencia alguna que permita acceso a ningún estudiante, por encumbrada que pueda ser su genealogía académica, a quien no llena los requisitos, sea quien sea. No hay tampoco admisión para quienes sin pase automático acceden al examen con promedio superior a 8.5 y lo reprueban. Que el problema es gravísimo, ni duda cabe, pero puede argüirse lo siguiente: ¿hay orientación vocacional en las secundarias oficiales? Ni siquiera suele haberla en las escuelas privadas. ¿Se atiende a la preparación para el examen? Existen cursos que a ello se destinan. Ayudan, sin garantía del pase.
Las carreras universitarias, contra lo que se dice no ofrecen “una educación amplia”, si bien es cierto que el examen de admisión a carreras humanísticas o científicas la conciben en mayor medida que a carreras como ingeniería en sus diversas ramas, odontología o zootecnia, por ejemplo. Medicina es caso aparte, las y los aspirantes a médicos suelen exhibir sentido vocacional que en ocasiones se vislumbra tempranamente.
No existe disponibilidad abierta, la UNAM es pública, pero ya no es una universidad de masas, cada dependencia ofrece cupo determinado año con año, de lo contrario, quienes obtuvieron el ingreso, se ven en dificultades insuperables (ya existen en alto grado) no digamos para titularse, sino para llegar al cuarto o quinto semestres de estudios.
Otro tipo de encuestas determinarían el porcentaje de ingresados que alcanzan la conclusión de la carrera o al menos la carta de pasante. Un número elevado de ingresados tiene que costearse su manutención, con lo que el tiempo dedicado al estudio disminuye. ¿Becas?, discretas, pero las hay para estudiantes de escasos recursos.
Hoy día las opciones tecnológicas o de oficio no debieran considerarse como opciones menores, pero aún éstas podrían ofrecer alguna vena capaz de desarrollar intereses extra-tecnológicos entre los educandos, afición a la lectura, por lo menos. Las bibliotecas públicas de cada delegación no están pobladas de usuarios. Aunque sus acervos dejen que desear, siempre hay en ellas algo que apela a jóvenes y adultos por igual, y lo mismo sucede en las bibliotecas universitarias. No se niega acceso a los no inscritos y en todas hay salas de lectura.
Las escuelas patito, más que otra cosa, son negocio de quienes las auspician y eso se da en todos los niveles. Existen algunas escuelas que pueden parecer patito y que no lo son, de modo que quienes optan por ingresar a ellas, asesorados de familiares o amigos, podrían evaluarlas. Las autoridades de la UNAM no son responsables del asunto, lo son en gran medida las políticas gubernamentales en este orden.
No es que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) determine, como si de su abstracta voluntad dependiera, la aceptación o inaceptabilidad de los aspirantes. Lo mismo se arguye respecto de la otra instancia de alto nivel a la que las encuestas refieren: el Instituto Politécnico Nacional.
Sólo 14 por ciento de los aspirantes lograron acceso a la universidad. Éste depende del examen de admisión, que contiene 120 puntos a resolver, así como del promedio alcanzado por cada alumno. El pase automático de quienes provienen de dependencias de la UNAM supone también determinado promedio.
No conozco las encuestas sobre el número de jóvenes admitidos o rechazados en las preparatorias o colegios de Ciencias y Humanidades, si bien la propia Karina Avilés proporciona amplios datos sobre aquellos adolescentes, más mujeres que hombres, que debido a depresión por frustración, perpetraron intentos de terminar con su vida o desarrollaron ideaciones suicidas. Pero tales ideaciones involucran, sin duda, situaciones familares.
Que el porcentaje de rechazados ha aumentado es un hecho incontestable, también lo es que en la población en general y en la juvenil en particular, el “bono poblacional” se ha incrementado incesantemente, como igual la conciencia positiva, por parte de adolescentes y jóvenes, de la necesidad de acceder a la educación media y superior.
No existe –y lo puedo asegurar con contundencia– influencia alguna que permita acceso a ningún estudiante, por encumbrada que pueda ser su genealogía académica, a quien no llena los requisitos, sea quien sea. No hay tampoco admisión para quienes sin pase automático acceden al examen con promedio superior a 8.5 y lo reprueban. Que el problema es gravísimo, ni duda cabe, pero puede argüirse lo siguiente: ¿hay orientación vocacional en las secundarias oficiales? Ni siquiera suele haberla en las escuelas privadas. ¿Se atiende a la preparación para el examen? Existen cursos que a ello se destinan. Ayudan, sin garantía del pase.
Las carreras universitarias, contra lo que se dice no ofrecen “una educación amplia”, si bien es cierto que el examen de admisión a carreras humanísticas o científicas la conciben en mayor medida que a carreras como ingeniería en sus diversas ramas, odontología o zootecnia, por ejemplo. Medicina es caso aparte, las y los aspirantes a médicos suelen exhibir sentido vocacional que en ocasiones se vislumbra tempranamente.
No existe disponibilidad abierta, la UNAM es pública, pero ya no es una universidad de masas, cada dependencia ofrece cupo determinado año con año, de lo contrario, quienes obtuvieron el ingreso, se ven en dificultades insuperables (ya existen en alto grado) no digamos para titularse, sino para llegar al cuarto o quinto semestres de estudios.
Otro tipo de encuestas determinarían el porcentaje de ingresados que alcanzan la conclusión de la carrera o al menos la carta de pasante. Un número elevado de ingresados tiene que costearse su manutención, con lo que el tiempo dedicado al estudio disminuye. ¿Becas?, discretas, pero las hay para estudiantes de escasos recursos.
Hoy día las opciones tecnológicas o de oficio no debieran considerarse como opciones menores, pero aún éstas podrían ofrecer alguna vena capaz de desarrollar intereses extra-tecnológicos entre los educandos, afición a la lectura, por lo menos. Las bibliotecas públicas de cada delegación no están pobladas de usuarios. Aunque sus acervos dejen que desear, siempre hay en ellas algo que apela a jóvenes y adultos por igual, y lo mismo sucede en las bibliotecas universitarias. No se niega acceso a los no inscritos y en todas hay salas de lectura.
Las escuelas patito, más que otra cosa, son negocio de quienes las auspician y eso se da en todos los niveles. Existen algunas escuelas que pueden parecer patito y que no lo son, de modo que quienes optan por ingresar a ellas, asesorados de familiares o amigos, podrían evaluarlas. Las autoridades de la UNAM no son responsables del asunto, lo son en gran medida las políticas gubernamentales en este orden.
Teresa del Conde